miércoles, octubre 11, 2006

Historias de Lesbianas - 6


Fiebre de sábado

"Nerviosa a causa de su rutilante belleza, de sus labios rojos y del incipiente sudor que comenzó a brotar en la zona de su escote, comencé a decir un montón de estupideces y a darle consejos que ni yo me creía. Pero, ¿cómo decirle que con esa belleza y con ese cuerpo podría tener en un segundo a mil mujeres a sus pies?" .

Una persona muy sabia dijo que la disco era para gays y lesbianas lo que la iglesia era para las distintas comunidades religiosas. Y que mejor lugar para profesar nuestra religión que una pista de baile llena de gente que, una vez cada siete días, se libera de la represión que les impone la sociedad y desata por fin los nudos con los que el trabajo, la familia y tanta persona ignorante los mantiene atados de lunes a viernes.

Nunca he ido a una disco cien por ciento para homosexuales y lesbianas. Siempre voy a lugares que tienen fama de ser para gays pero, si bien la mayoría de la gente es homosexual, lo mismo hay parejas de heterosexuales y de curiosos. Que hayan parejas heterosexuales no me molesta, porque si la idea es integrarnos a la sociedad más nos vale acostumbrarnos a estar todos juntos y revueltos. Lo que no soporto bajo ningún punto de vista es a la gente que va a vitrinear más que a bailar o a pasar un buen rato. No hay nada más desagradable que estar bailando con tu pareja y descubrir a uno o varios hombres pendientes de tus movimientos; peor aún, si se te acercan con la ilusión de hacerte participar en un trío. No juzgo a las mujeres a las que les gusta la idea de un trío, pero a mi me gustan las cosas de a dos y con una mujer, por supuesto.

Pero como tengo puras amigas heterosexuales y más encima solteras, no me queda otra que ir a estas discos "mitad gay, mitad lésbicas". Hay una en particular que queda en la Plaza Aníbal Pinto de Valparaíso y hacia ella me dirigí con mis amigas, ansiosa de mover mi cuerpo al ritmo del new wave, old wave, glam, ochentas y cuanta cosa ofrecen estos locales.

Mientras bailaba, con un vaso de ron en mi mano y un cigarrillo en la otra, noté de repente que me había quedado sola. Mis amigas habían desaparecido una tras otra como por arte de magia, seguramente en los brazos de algún galán. Aprovechando ese momento de soledad, salí de la pista y me puse a buscar el baño, el cual afortunadamente se encontraba casi vacío. Una mujer esperaba su turno mientras fumaba y tarareaba la música que se oía desde la pista de baile y no pude dejar de observar que era bastante linda, casi etérea, con su piel pálida y sus ojos maquillados con delineador negro. Buscando un pretexto para acercarme a ella, decidí pedirle un cigarrillo. Ella me miró muy seria y me dijo:

- Yo nunca regalo cigarros, porque siempre que se acerca una mujer a pedirme uno es porque quiere algo conmigo - aseguró.

(¡Pero cómo no van a querer algo contigo -pensé- si eres tan preciosa, inalcanzable tras tu escudo de aparente indiferencia, idéntica a la musa que vi aparecer en más de uno de mis sueños!).

Al final igual me dio un cigarro y en vista y considerando que las usuarias de los servicios higiénicos no tenían ninguna intención de salir en los siguientes cinco minutos, empezamos a charlar animadamente. Una vez que hubo encendido mi cigarrillo (ocasión en la que pude fijarme mejor en sus blancas manos de muñeca y en sus largos y estilizados dedos), comenzó a decirme que era bisexual y que nunca había tenido la oportunidad de besar a una mujer.

Nerviosa a causa de su rutilante belleza, de sus labios rojos y del incipiente sudor que comenzó a brotar en la zona de su escote, comencé a decir un montón de estupideces y a darle consejos que ni yo me creía. Pero, ¿cómo decirle que con esa belleza y con ese cuerpo podría tener en un segundo a mil mujeres a sus pies? .

Justo en ese momento uno de los baños se desocupó y ella entró rápidamente. No la vi más en toda la noche, pero no pude dejar de pensar en ella. La busqué en la pista, en el bar, en el sector del pub, en el baño de nuevo, en las mesas y detrás del escenario. Pero no la encontré y, con la música de Siouxsie de fondo, de a poco me resigné a haberla perdido.

Regresé el sábado siguiente, el siguiente y todos los demás. Pasaron dos eternos meses antes de que la volviera a encontrar de nuevo en el baño. Volví a pedirle un cigarrillo y, tal como yo esperaba, repitió el mismo discurso de la vez pasada: "yo nunca regalo cigarros porque siempre que se acerca una mujer a pedirme es porque quiere algo conmigo". Antes que pasara a la parte de la bisexualidad y del "nunca he besado a una mujer", la tomé de la mano y le pedí que me acompañara al pasillo. Ya afuera y sin mediar palabras, la tomé por la cintura y le regalé su primer beso lésbico. Me tomé todo el tiempo para acercarme lentamente a la boca de la desconocida, para abrir suavemente sus labios y para saborear con mi lengua la profundidad de sus secretos de mujer. Mordí suavemente sus labios, recorrí su cuerpo con mis manos y enredé mis dedos en su pelo negro mientras nos elevábamos por sobre la gente y la música. No sé si mi beso le habrá gustado; no sé si después recibió más y mejores. Lo único que sé es que todavía puedo sentir su boca pegada a la mía, regalándome su deliciosa humedad y susurrando suavemente "gracias".

2 comentarios:

Anónimo dijo...

bueno aqui dejo mi comentario de toda esa historia neta me gusto muxo, y ps a mi me gustan las mujeres pero nunka he resibido un beso de una mujer, solo de hombres nose xq pero me da miedo k cuando me hacer a una chava me rechase x eso nunka lo ago, creo k tengo miedo,
k

Xiuling dijo...

Yo tambien tengo miedo pero no es de besar sino de enamorarme..me enamore de una mujed ase poko y me engaño ya no me ama y yo pues si con tOdo mi corazon.. Encuentrame en facebok: Xiuling Davila