Dictadura heterosexual
Los homosexuales son la minoría silenciada y silenciosa. Son las mujeres y los hombres invisibles. La grandeza de su pecado justificaba antes la negación de su existencia, incluso de su destrucción física. Su crimen no se cometía únicamente contra la sociedad, no sólo contra la humanidad, sino en contra de la naturaleza.
Decir su nombre, envolver esa palabra en la boca, significaba convertir esa existencia en algo tangible, físico. Durante largo tiempo fueron personas sin tiempo ni lugar concreto, sin lugar social, sin historia. La dictadura heterosexual ha intentado persistentemente situarles en la sombra y fuera de conocimiento. Han realizado todo lo mejor para destruirles.
Durante los últimos cuatrocientos años, los homosexuales, en la historia conocida de Occidente, han sido condenados a muerte de las más variadas formas: a golpes, apedreados, en la hoguera, estrangulados, ahorcados. Los han ejecutado, encarcelado, torturado, prostituído, expulsado de sus trabajos, chantajeado. Los han metido en el cepo, los han declarado enfermos mentales, los han desheredado, los han conducido directamente al suicidio, a la locura, al asesinato, a odiarse a sí mismos. Han sido objeto de la caza de brujas, de humillaciones, de mofa, de insultos, de lástima y, sobre todo, de la soledad más absoluta. Han sido castigados por su pecado, por su delito, por su enfermedad, pero ante todo, despreciados. No se debe olvidar que también han sido castrados, lobotomizados, objeto y sujeto de corrientes eléctricas, psicoanalizados y sometidos a toda clase de "curas", hasta conseguir seres sin sexualidad propia.
Estas diferentes conductas sociales que se han dado a lo largo de la historia de los homosexuales en general, han dado varios frutos. Desde sentimientos de culpa y minusvaloración, así como problemas con otros homosexuales, hasta los desórdenes mentales más profundos caracterizados por comportamientos claramente antisociales.
La sociedad heterosexual ha condicionado a los homosexuales a actuar como agentes perfectos de su propia destrucción, al ser víctimas de ellos mismos. Auto-opresión, autodestrucción y autoaniquilamiento han sido constantes en la vida de los homosexuales.
Pena de muerte contra el lesbianismo
La horrorosa lista de "curaciones" utilizadas por psicólogos y psiquiatras profesionales han sido el tratamiento más corriente para obtener la asexualización o reorientación heterosexual del individuo. Estos tratamientos constituyen la forma más letal de opresión. Pero mirando hacia atrás -indiscutiblemente con ira- recogemos "remedios" menos sutiles: En 1655, en New Haven Colony, Usa, se castigaba el lesbianismo con pena de muerte..."Si alguna mujer cambia el uso natural..." En 1800 se seguía extirpando los ovarios y el clítoris a las lesbianas, cuando no la matriz. Y hasta 1951 se utilizaba la lobotomía para dejar al individuo sin respuesta sexual alguna. Los fármacos, las drogas, la prescripción de hormonas, LSD, estimulantes sexuales, inhibidores sexuales, tratamiento de shok eléctrico y químico, terapia de aversión al propio sexo y demás sofisticaciones terapeúticas pertenecen a la actualidad tanto como al pasado. Durante la Edad Media los católicos ya aportaron la idea de la abstinencia sexual para lograr la "cura".
Crimen, pecado, enfermedad mental.
A principios del siglo pasado se discute en Europa la cuestión de la homosexualidad como un fenómeno médico: se la declara como enfermedad mental. Antes fue considerada sencillamente un pecado. Poco más tarde, las legislaciones la recogían como un crimen. Estas tres consideraciones no son, por supuesto, los argumentos de los sectores liberales. Estos opinan que la homosexualidad es producto "de unas variables psicológicas". Pero el dolor físico y la angustia psicológica se ha inflingido durante siglos sobre millares de lesbianas, de homosexuales. La crisis de autoidentidad, de autoafirmación y reconocimiento como persona, es el problema más grave del homosexual, lo que ha vivido con más dolor y con más sufrimiento.
Sin embargo, el Doctor Mantegazza, en la Italia de finales de siglo se atrevía a decir que la homosexualidad era "un error de la naturaleza", idéntico argumento que, hace apenas diez años, utiliza la feminista Valérie Solanas para describir al varón...;)
La mujer que se identifica con otra mujer
La diferencia importante entre la homosexualidad femenina y la masculina es que la lesbiana está discriminada no sólo por ser homosexual, sino por ser mujer. (Los hombres homosexuales tienen todas las ventajas de su sexo si permanecen callados, y no son menos misóginos que los hombres heterosexuales. Ellos, en definitiva, no se identifican con el movimiento feminista, son, cuando menos, indiferentes a él y a los problemas específicos de las lesbianas. Si ellas son feministas, no hay otra alternativa que separarse de esos grupos donde quienes dominan son los hombres. Debe evidenciarse que las lesbianas no son deseadas en el seno del grupo, son simplemente toleradas).
Qué es ser lesbiana
Las personas no nacen sexuales, ni heterosexuales, ni homosexuales. Las conductas humanas se aprenden. Sólo los animales inferiores son instintivos. Nuestras experiencias nos enseñan nuestra conducta sexual, que puede resultar hetero, homo o bisexual.
La lesbiana es la mujer cuyos principales intereses eróticos, psicológicos, emocionales y sociales están dirigidos a una persona de su mismo sexo, a otra mujer, aunque estos deseos e intereses no hayan sido expresados abiertamente. La lesbiana es la mujer a la que le atraen otras mujeres. Pertenece a todos los estamentos sociales, está casada, es soltera, es madre, practica todas las religiones, pertenece a todas las tendencias políticas. Para comprender qué es una lesbiana es necesario pensar en ella como una mujer que vive, siente y piensa. Es una mujer.
La estación de servicio del hombre
La heterosexualidad significa trabajo para un hombre. La mujer es una estación de servicio que alimenta, viste, limpia, conforta y calma las necesidades sexuales de la fuerza de trabajo masculina.
Pero la lesbiana atenta radicalmente contra todo esto. No hace lo que debería hacer, ni es lo que debería ser. En definitiva, no cumple con su condición de mujer establecida socialmente. Y ya que su expresión sexual no es reproductora, ella no es natural, y por ello es "pecaminosa".
El lesbianismo cuestiona los valores que forman parte de la heterosexualidad, el matrimonio, la familia, la dependencia de la mujer por el hombre y los papeles masculinos y femeninos. La lesbiana lucha por la idea de que el sexo es placer y no sólo reproducción.
La represión y la lucha
El modo de producción doméstico y la institución económica por excelencia, la familia, mantenedora de todos los valores de la ideología dominante, no convierten a la mujer lesbiana en sierva del hombre. Porque si bien no tiene un marido que la explote directamente para su propio beneficio, no por ello deja de sufrir la opresión general, consecuencia dialéctica de la explotación de las mujeres heterosexuales. La legislación sexista y machista, la moral dominante, las expectativas sociales de la mujer como femenina, madre, esposa y dependiente de un hombre -sin capacidad propia para amar, para disponer, para trabajar, para ser- las virtudes propias de su sexo impuestas y manejadas por la clase dominante masculina, la educación orientada a la pacífica sumisión al varón, dueño y conquistador de la humanidad, siguen oprimiendo a las mujeres, aunque éstas sean lesbianas.
Por ello, el lesbianismo es una reivindicación más dentro del feminismo, como ideología política global, y si esta opción sexual conlleva una connotación feminista, tiene un significado claramente político en la lucha contra el enemigo varón. Es una actitud de lucha, es una postura definida ante el dominio y el poder del hombre. El lesbianismo no conscientemente feminista comporta todo el significado político que antes hemos aludido, pero con ausencia clara de conciencia de clase, de grupo de esa clase mujer que sufre una marginación específica, pues la importante diferencia entre la homosexualidad masculina y femenina está en que la lesbiana es discriminada no sólo por ser homosexual, sino por ser mujer, sólo el hecho de ser mujer ya sitúa a la lesbiana en situación de inferioridad, en su papel de clase dominada. La menor represión de la homosexualidad femenina a lo largo de la historia demuestra el claro desprecio que los sistemas políticos dominantes tenían por la sexualidad de la mujer. Pero ante todo, debido a que una mujer, independientemente de su opción sexual y de sus apetencias, puede reproducirse, puede dar hijos ya que su facultad generadora no ha muerto al igual que su deseo. Así, el castigo de la homosexualidad masculina ha sido mucho menos severo e inflexible, pues el hombre no puede establecer ninguna clase de relación con una mujer si ésta no le apetece.
Este sector marginal que componen las mujeres lesbianas, ha sido punta de lanza en el feminismo internacional y quizás el que ha logrado imponer alternativas y frentes mucho más revolucionarios a la lucha general por la liberación de la mujer. Sus planteamientos radicales han logrado que el feminismo y el lesbianismo sean en muchas ocasiones una misma cosa, y cuando no, conceptos complementarios ante el enemigo masculino.
Sin embargo, también ha constituido un sector olvidado y despreciado por las compañeras de clase por temor a que se las incluyera en la misma alternativa sexual y política que significa el lesbianismo militante. Sin duda, de los sectores de la clase mujer, el de las lesbianas, es el que ha aportado más significados revolucionarios en la lucha feminista.
De las Tesis del partido feminista.
Ed. de Feminismo, Barcelona, 1979
No hay comentarios:
Publicar un comentario