jueves, junio 07, 2007

LESBIANAS EN FAMILIA


Por la Lic. Isabel Monzón

Este trabajo fue presentado en la «II Jornada de actualización. Femineidad - masculinidad: nuevos sujetos y sus prácticas. Perspectivas teóricas y abordajes alternativos» convocadas por el Foro de Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólologos de Buenos Aires el 2 de noviembre de 1996 y en las Jornadas «Del padecimiento a la creatividad» realizadas por la Fundación CIAP los días 6 y 7 de noviembre de 1997 en Buenos Aires.

No hay una sola concepción psicoanalitica acerca de la homosexualidad. En el DSM IV (Manual Diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales), la homosexualidad no figura como patología mientras que las parafilias (perversiones) son consideradas trastornos sexuales y la transexualidad es conceptuada como un trastorno de la identidad sexual.

HOMOFOBIA INTERNALIZADA

Es significativa la frecuencia con que algunos profesionales de la salud mental ignoran o descalifican los dictámenes del DSM IV. Para el doctor Mauricio Abadi, vocero oficial de una parte de la comunidad psicoanalítica, la homosexualidad es una «entidad anormal», una «anomia», una «enfermedad discapacitante». El terapeuta que adhiere a estas concepciones, quiéralo o no, se transforma en cómplice del mismo sector social que margina a los homosexuales. Y se coloca, parafraseando a Ricardo Rodulfo, en el riesgo de una incómoda convergencia con monseñor Quarracino. Para esta concepción, entonces, el homosexual debe forzarse a sí mismo a amar a quien no ama y a no amar a quien sí ama, mutilando su verdadero ser. Si un profesional orienta a su paciente de esta manera, no sólo da muestras de sufrir homofobia sino que, además, provoca iatrogenia. Otros profesionales de la salud mental, cubriendo ese prejuicio con la piel de cordero del paternalismo, harán minuciosas investigaciones disfrazadas de ciencia, buscando ora el origen de la homosexualidad, ora patología en lesbianas y gays, en sus padres y/o en sus hijos. Por otra parte, la homofobia no transita solamente por creencias conscientes. Se filtra peligrosamente en el psiquismo inconsciente, disfrazándose hábilmente a través de los mecanismos defensivos de racionalización, negación y proyección. Al respecto, hago mías las palabras de Cecilia Sinay-Millonschik cuando dice que es necesario tratar de «desmontar, viviseccionar y sacar a luz el prejuicio, en tanto asfixia nuestros pensamientos y percepciones».
Cuando, presionado por su entorno social, el homosexual internaliza en su psique la prohibición de amar a personas de su mismo sexo -proceso que Weinberg denomina homofobia interalizada - su yo se desgarra, se empobrece, se pierde detrás de un falso self. Freud decía: es preciso amar para no enfermar.
Para la concepción homofóbica, a cualquiera que se desvíe del modelo dominante de la relación masculino - femenino se le niega la existencia social o se le condena. El efecto de estas actitudes es privar a los gays y lesbianas de cualquier tipo de visibilidad en su entorno. En el caso de que esos homosexuales tengan hijos, las actitudes homofóbicas también suelen recaer sobre ellos.
A pesar de que las parejas y madres lesbianas existen, en nuestro país esa realidad aparece invisibilizada. La familia lesbiana ni siquiera tiene nombre. Lo que no se nombra no existe o, lo que es lo mismo, al no nombrarlo lo que existe se desmiente. Esta desmentida social se acompaña con otra de carácter científico, en este caso la psicoanalítica, desmentida que provoca, como una de sus consecuencias, que no exista una teorización que dé cuenta de los avatares de las configuraciones vinculares lésbicas. Los profesionales e instituciones especializados en terapia familiar psicoanalítica no reciben derivaciones ni demanda de tratamiento. O, si lo hacen, no hablan de ello. En muy contadas ocasiones, surge la posibilidad de atender a parejas de mujeres.
Entonces, teorizar psicoanalíticamente acerca de la pareja y familia lesbianas argentinas no es tarea fácil. La falta de antecedentes bibliográficos, la existencia de postulados teóricos no revisados a la luz de la clínica, sumado a que nuestra sociedad toda pertenece a un Tercer Mundo que padece una grave crisis económica y un poder hegemónico de una Iglesia Católica que influye fuertemente sobre nuestros gobernantes y nuestra legislación, hacen de esto un objeto de estudio casi utópico.
Por otra parte, en las concepciones teóricas que sustentan la práctica de la terapia vincular en general no se incluye la perspectiva de género, salvo cuando las que la implementan son feministas.
Los roles de género, que han sido organizados de manera de colocar a los hombres en una posición dominante y a las mujeres en un lugar subordinado, también atraviesan a la pareja y a la familia de lesbianas, ya que, de una u otra manera, esos roles se encarnan en ellas o las rondan.
Los conceptos predominantes de familia «normal» (padre-madre-hijos) también se sustentan en esa ideología. Ideología que origina una concepción que influye también en los profesionales especializados en terapia vincular. Sin embargo, el hecho de que el número de familias «normales» se haya reducido y que, estadísticamente, sea tan grande el número de las atípicas, alternativas o «empíricas» - como prefiere llamarlas Eva Giberti- , parece tener poco efecto en el campo de la ideología, precisamente por el dogmatismo al cual antes hice referencia. Esto se corresponde con el hecho de que los estados totalitarios, para poder controlarla, establecen una idea única de familia. La ideología de la familia «normal» es perjudicial por los efectos que produce en otras que son diferentes: las homosexuales, las de un solo progenitor, las parejas sin hijos, las organizaciones de vida comunal. La falta de sostén social conduce, como bien señalan Goodrich, Rampage, etc., a que esas otras familias se aíslen «en una especie de subcultura que las empobrece». Y, como ya sabemos, todo ghetto mutila la subjetividad de sus integrantes.

FAMILIA LESBIANA

La familia lesbiana argentina está constituida de diversas formas. Dos mujeres viven unidas en pareja, o conviven junto con los hijos que una de ellas o ambas han tenido en vínculos heterosexuales. Una madre lesbiana vive con sus hijos pero o no tiene pareja o no comparte el hogar con ésta (a veces, para no perder la tenencia de los hijos). Las otras maneras en que las lesbianas forman familias son excepcionales en nuestro país: si una pareja adopta o recurre a la fertilización asistida debe hacerlo ocultando su lesbianismo. Para muchos países del Primer Mundo, en cambio (algunos estados de Norteamérica o algunos países europeos como Dinamarca u Holanda), la pareja y maternidad lésbicas están legitimizadas.
Deseo de hijo, la inserción de ellos en una sociedad que discrimina al diferente, la relación de los hijos con la pareja lesbiana de su madre, el miedo de perder la tenencia, son algunas de las inquietudes que con frecuencia desvelan a las madres lesbianas.
¿Y el padre? ¿Cómo se ejerce la ley del padre en una familia de lesbianas con hijos? Sabemos que se trata de una función simbólica y que, como tal, puede instrumentarla cualquier integrante, independientemente del sexo y del lugar que ocupe en la familia. Por otra parte, si los hijos de madres lesbianas son fruto de una anterior pareja heterosexual, el vínculo con el padre continuará. Tanto la maternidad como la paternidad trascienden la biología: son trabajos que, parafraseando a Thomas Laqueur, incesantemente, se hacen (o deberían hacerse) con el corazón. Si el vínculo con el hijo se vuelve visceral, es debido al laborioso ejercicio que se hizo de él. Vínculo siempre ambivalente y conflictivo pero en el que, al fin de cuentas y en el mejor de los casos, predomina el amor.
Los límites de esta ponencia me impiden profundizar más los temas tratados y abordar otros nuevos. Los vínculos de las lesbianas con sus propias madres y con sus familias de origen, las características singulares de las parejas lésbicas, si los hijos de madres lesbianas tienen o no rasgos que los diferencien de otros, los roles de género atravesando a las familias y parejas lesbianas, el imaginario social sobre el lesbianismo, son algunos de los interrogantes que quedan pendientes. Para finalizar, quiero hacer mía una reflexión de Caroline Stevens: La familia existe para reconocer, cobijar y fomentar posibilidades creativas que aguardan en cada ser humano. Lo que sienta el fundamento del bienestar de todos los miembros de una familia es la experiencia de un hogar construido por dos individuos de cualquier sexo que cooperan y se aman, aportando sus diversos dones a la creación de un ambiente sustentador. Adrienne Rich sostiene una idea complementaria cuando expresa tener la esperanza de que, algún día, hombres y mujeres puedan experimentar formas de amor, de paternidad y maternidad, de comunidad e identidad que no estén basadas en mentiras, secretos y silencios.

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