La sombra arrojaba sobre ti efluvios de congoja
El silencio se tornó turbador y amoroso
Escuché un susurro de pétalos frotados
Lirio entre lirios, blanco, se me mostró tu cuerpo.
Sentí de pronto indignos mis toscos labios
Mi alma cumplió un sueño perturbado de posar
sobre tu encanto donde la luz se remoloneaba,
el tembloroso soplo de algún místico beso.
Desdeñando el universo que el deseo encadena
guardaste helada tu sonrisa inmortal:
la belleza persiste extraña y sobrehumana
Y demanda la distancia brillante del altar.
En torno a ti, esparcidos, sollozaban los nardos
tus senos se erguían, orgullosos de su pureza.
ardía en mi mirada el doloroso éxtasis
Que nos abraza en los umbrales de la divinidad.
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